Violeta Parra: arte contra lo inmerecido

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Se despliega la letra de la palabra a tan temprana edad que poco se sabe donde irá a parar. La palabra se escribe, la palabra se canta, la palabra también se enhebra, se borda, se plasma como evidencia inevitable.

Boca suelta, boca libre. Boca que besa tantas veces como la sangre llama, boca que canta desde la vereda de la dignidad, con desenfado, sin medir los riesgos. Lengua que como un dedo apunta al despiadado, al poderoso que aplasta y trepa sobre el sencillo.

Boca que humedece la lana para pasarla por la aguja para fijar sobre la arpillera no solo la flor que todo lo decora, pues con frenesí también lo hace y del mismo modo para dibujar con cada puntada la palabra que no habla, pero que interpela y acusa al señor de la guerra.

Violeta la cuerda loca. Cuerda pulsada, cuerda rasgueada, cuerda aguerrida. Mujer libre y libertaria. Mujer de viento hecha para tempestades.

Cuánto incomodas al oficialismo, cuánto sigues perturbando al despiadado, al que esparce lo inmerecido.
Te invocamos como evangelio, ponemos tu palabra en nuestra boca y en nuestra aguja para no rendirnos holgazanes, para no anestesiar la conciencia. Con índice y pulgar abres nuestros ojos, después de vivir un siglo, para que no nos cansemos de ver el listado de pendientes, el catálogo de injusticias.

Chancaca dulce del pueblo, hiel amarga del poderoso.


Erika Silva,
Burdeos, Francia.

4 de octubre, 2017.

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